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El esplendor del traje istmeño, entre la admiración y la amenaza

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Foto: Pepe Sierra


La belleza del traje de la mujer del Istmo de Tehuantepec ha trascendido fronteras y épocas. Su fuerza estética y simbólica ha cautivado a figuras como Lupe Vélez, María Félix, Frida Kahlo y Salma Hayek, quienes lo llevaron como un homenaje vivo a la grandeza cultural de México. Muchos lo consideran el traje más bello del país: una prenda que reúne identidad, historia y un arte textil incomparable.


Existen múltiples estilos y un protocolo de uso construido a lo largo de generaciones. Nada es casual: cada flor bordada, cada combinación de colores, cada caída de la tela responde a un conocimiento que se ha tejido con paciencia y orgullo. Detrás de esta elegancia hay un trabajo monumental de las mujeres artesanas, guardianas de una tradición que no solo se viste, sino que se honra.


Sin embargo, esta belleza enfrenta ahora una amenaza creciente. La copia, la reproducción sin consentimiento y la mutilación del diseño original —por parte de empresarios de la moda y fabricantes, incluidos productores chinos— ponen en riesgo la integridad cultural del traje istmeño y el sustento de quienes lo crean.


Proteger esta prenda no es solo defender un objeto, sino resguardar la memoria de un pueblo y el talento de las mujeres que, puntada tras puntada, han convertido el traje del Istmo en un símbolo eterno de México.

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