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Inventariar para proteger: el patrimonio cultural inmaterial de Oaxaca no puede esperar más

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Por Carlos Morales, abogado de Litigio Estratégico Indígena A.C.


Cada vez que una marca multinacional convierte un bordado indígena en un estampado para camiseta, ocurre un despojo. No es sólo una cuestión estética o de mal gusto: es un acto que afecta la dignidad, la historia y los derechos de pueblos que han cuidado y transmitido sus saberes por generaciones. Hace poquito fue Adidas. Antes, Isabel Marant. También El Palacio de Hierro quien mutiló un huipil istmeño. Y aunque a veces hay disculpas o indignación pública, la realidad es que los casos se repiten. Lo grave es que no son excepciones: son parte de una tendencia global de apropiación cultural sin consentimiento.


En Oaxaca, esta situación duele especialmente.


El estado, nuestro estado es un mosaico de culturas vivas que se expresan en textiles, danzas, lenguas, medicina tradicional, rituales y formas de organización comunitaria. Pero esa riqueza no tiene un escudo legal eficaz si no se reconoce, se documenta y se protege desde su origen. No basta indignarse cuando ya ocurrió el plagio: hay que evitar que suceda.


Por eso urge crear el Inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial de Oaxaca. Este no es un capricho ni una idea nueva. Es un mandato legal que nace del artículo 12 de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO, firmada por México. Y es, sobre todo, una herramienta que permitiría a los pueblos registrar aquello que consideran parte esencial de su identidad colectiva.


Un inventario no es una lista muerta.


No se trata de encerrar la cultura en una vitrina, sino de documentarla en movimiento, tal como vive y se transforma en las comunidades. Porque el patrimonio cultural inmaterial no es una reliquia: es un proceso, una práctica, una creación constante. El inventario tiene que construirse desde las comunidades, con los pueblos y los artesanos, músicos y orfebres. Las comunidades como protagonistas, decidiendo qué registrar y cómo hacerlo. Esa es su fuerza y su legitimidad.


¿Para qué sirve? Sirve, por ejemplo, para que ningún diseñador se “inspire” en un huipil del Istmo sin preguntar primero. Sirve para que las empresas no conviertan el conocimiento tradicional en mercancía sin permiso. Sirve para que, en caso de litigio, exista una prueba sólida del origen y del vínculo comunitario de lo que se quiere proteger.


Litigio Estratégico Indígena ha exigido esta medida desde hace años. Pero ya mo se trata de pedir favores, sino de ejercer derechos. Mientras no exista ese inventario, las comunidades siguen desprotegidas frente a quienes ven en su cultura una oportunidad de negocio.


El Estado mexicano y el gobierno de Oaxaca tienen una deuda pendiente. Crear el inventario es un acto mínimo de justicia y de respeto. También es una forma de decir, con hechos, que el patrimonio cultural no se roba, no se recorta, no se vende. Se cuida, se comparte con consentimiento y se transmite con orgullo.


Es momento de actuar. No después del siguiente plagio, sino ahora.

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