Oaxaca celebra al Teatro Macedonio Alcalá en su 116 aniversario

Oaxaca la madre de hijos rebeldes, la mujer indígena de labios de chilacayota, amaneció de fiesta. Este viernes, el teatro Macedonio Alcalá cumplió 116 años de historia, reafirmando su lugar como el corazón de la vida cultural de la ciudad.

A las puertas del teatro, el aroma a cacao recién batido y el bíblico aroma tibio del pan de yema reunieron a vecinos y visitantes en un desayuno colectivo que, más que celebrar un aniversario, consolidó la memoria compartida de una ciudadanía que se reconoce al caminar dentro de sus muros verdes.

El teatro fue inaugurado el cinco de septiembre de 1909 como Luis Mier y Terán, un militar recordado por la violencia de su tiempo. Años más tarde, la ciudad corrigió el rumbo: rebautizó el recinto con el nombre de Macedonio Alcalá, cuya obra más célebre, el Dios nunca muere, sigue siendo un canto de identidad y resistencia.

De estilo art nouveau y reconocido como patrimonio nacional desde 1984, el Teatro Alcalá ha sido escenario de óperas y conciertos y también de caravanas musicales, la voz de Pedro Infante, graduaciones escolares y celebraciones comunitarias:

Así lo popular y lo artístico se entrelazan.

Ese mismo escenario ha sido testigo de reconocimientos que trascienden lo artístico. 

En 2024, Carlos Morales, presidente de Litigio Estratégico Indígena, recibió aquí el Diploma al Mérito Ciudadano. Y el 25 de abril de 2025, Mariana Yáñez Unda, vicepresidenta de la misma organización, fue distinguida con la Medalla Donají, galardón que antes llevaron figuras como Rubén Vasconcelos Beltrán.

La medalla le fue entregada por su trabajo en el rescate de los ríos de Oaxaca: el Atoyac, el Salado, el Papaloapan, la Arena, los Perros y Tehuantepec. Así, el teatro que alguna vez albergó caravanas musicales y la voz de Pedro Infante fue testigo de otra música: la de una ciudad que reconoce en sus luchas ambientales un canto de vida.

El Teatro Alcalá es un ente vivo, late con la ciudad: respira con los aplausos, suspira cuando calla la música y sonríe cuando el público se levanta de sus butacas. No solo es un recinto cultural, sino que es un vecino que ha acompañado a Oaxaca por más de un siglo.